CÉDULA DE EVALUACIÓN Y DESARROLLO INFANTIL CEDI
La más reciente de las Políticas
Públicas Fallidas, ante la crónica de
una pandemia anunciada
En 1998, la Organización Mundial de la Salud (OMS), advirtió
que la obesidad era una epidemia mundial y generó todas las recomendaciones
para revertir este problema de salud tan grave.
Para 2006, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición
(ENSANUT), reportó que la prevalencia de
la obesidad en todos los grupos etarios había aumentado de manera alarmante en
México.
Las estadísticas reportaron que desde 2011 México ya había escalado -el nada honroso- primer
lugar a nivel mundial de obesidad infantil. Y es hasta el 25 de Enero de 2012 cuando el presidente
Felipe Calderón declaró de manera oficial que México estaba afectado por esta
epidemia.
En la actualidad, hay quienes ya consideran este grave problema de salud pública nacional, además, como una
pandemia pues ya lo padecen por lo menos 4.5 millones de nuestras niñas y niños.
Al final de cuentas, las estadísticas y los rankings solo
son números. Lo importante es nuestra niñez que está en un riesgo latente, ante
tantas enfermedades que provoca el sobre
peso y la obesidad.
Haciendo un breve ejercicio y para dimensionar la magnitud
del problema, basta con ir a cualquier escuela primaria o caminar por un parque infantil y solo observar.
Es ahí donde
la realidad nos supera. Niñas y niños con sus hermosas sonrisas y sus ojitos
llenos de inocencia, corriendo, brincando y haciendo de cualquier oportunidad
una algarabía. Pero, muchos de ellos ya
denotan en sus cuerpos y sus caritas el
sobre peso y hasta la obesidad, que no solo les está marcando su vida en el
presente: con fatiga, bulling,
baja auto estima y enfermedades, entre otros. Sino que también, les está
quitando el derecho a un futuro y un bienestar integral… que ya les fue negado,
por quienes debieron cuidarlos, protegerlos y educarlos. Pues la expectativa es que en su mayoría sufrirá de enfermedades crónicas y mortales. Enfermedades
caras e incapacitantes, como diabetes, hipertensión, ceguera, amputaciones, destrucción
de riñones y fallas del corazón. Estos niños de hoy, van a requerir mañana de muchos servicios de salud
durante mucho tiempo y con una carga de
sufrimiento humano mayor. Además, según afirman los especialistas, van a tener
una esperanza de vida mucho menor que sus padres.
Este problema nos pega a todos de una manera u otra. Desde
lo afectivo y emocional, hasta lo económico y funcional. Todos salimos perdiendo.
Con la cronología con la que comenzamos este artículo,
podemos advertir que México y sus gobiernos fueron conscientes del problema desde
hace 11 años; que se fue gestando minuciosamente y con la venia silenciosa de
un gobierno y una sociedad indiferente, pese a que desde hace un cuarto de
siglo los investigadores mexicanos y
representantes de organismos no gubernamentales
habían dado alarmas de lo que se estaba incubando.
La actuación del gobierno en esa época como
en la actualidad, ha sido de una tibieza
que toca la indolencia, pues sus planes
estratégicos y políticas públicas que ha emprendido para prevenir y combatir la obesidad han sido
insuficientes y obsoletas, no garantizando
la solución al problema o por lo menos la disminución del mismo.
Entre ellas tenemos,
el gravado a las bebidas azucaradas, la reducción de las porciones de los
productos conocidos como chatarra, la
restricción de anuncios en horarios infantiles en tv y cine de productos
peligrosos, la incumplida promesa de colocar bebederos de agua potable en las
escuelas, programas que se dejan incompletos ante el advenimiento de elecciones
y un nuevo gobierno, entre otras.
La más reciente que se implementó es la
Cédula de Evaluación del Desarrollo Infantil, mejor conocida como el programa
CEDI - instituido como programa piloto en algunos estados de la república Mexicana, desde el DIF Nacional, en sinergia con la
Secretaría de Salud y Secretaría de Desarrollo Social- que ha causado confusión
y mayor desinformación.
El programa del CEDI tiene como principal objetivo, valorar el desarrollo de la motricidad fina, gruesa, el lenguaje, el desarrollo social y la capacidad cognitiva
en infantes de un mes a 60 meses. Si no cumple el niño o la niña con los parámetros fijados
(según nuestra visión arbitrarios, pues son muchos factores los que influyen
para que en un momento dado, arrojen ciertos que resultados que pueden ser
influenciados por algunas variables que no se toman en cuenta en la cartilla), puede ocasionar que el infante sea estancado
a un nivel, impidiendo que cumpla un desarrollo óptimo. Asimismo, al “detectar”
cierta problemática en el alumno, no se le brinda ninguna clase de atención y
seguimiento. Es esta medida, más una etiqueta o estigma, que una solución.
Dicha cédula o
cartilla tiene un espacio donde se
registra el peso y la talla de los
alumnos de las estancias infantiles.
Cabe mencionar que el tamizaje es hecho por los mismos profesores con equipo
casero. Como podemos observar, este programa no tiene la intención de prevenir
y atender el problema de la obesidad infantil. Su objetivo en cuanto a este
apartado es solamente administrativo y quizá de estadística, porque no hay
valoración, diagnóstico, tratamiento, seguimiento y mucho menos resultados medibles.
Sin embargo, ha causado
mucha confusión entre los padres de familia y en algunos profesores, pues se
piensa (o mal entiende) que con este programa los infantes ya están siendo
atendidos y -por tanto- ya no se tiene que
hacer nada más. Pareciera que les han
quitado un peso de encima a los padres de familia y al gobierno mismo. Dicho de
otra manera, les han dado la coartada
perfecta para lavarse las manos y quitarse la responsabilidad de la salud integral y nutricional
de sus hijos, para depositarla en los profesores.
Por otro lado, algunas
estancias infantiles, tampoco han entendido que ese programa no va a evitar la
obesidad infantil en los niños; pues si bien tan solo el 5% de la niñez de esas
edades padece el problema, cuando sean más grandes y pasen a la primaria, podrían pasar a la
estadística del 32.9% de niños de 5 a 11
años con sobre peso u obesidad. Para
cuando tengan entre 12 y 19 años, se elevará aún más la probabilidad al 41.5%.
Y para su adultez el panorama empeorará, pues después de los 20 años 7 de cada 10
adultos formará parte de esta pandemia.
Y esto son cifras del 2016, pues se prevé que para los años siguientes las
cifras sigan a la alza en todos los rangos de edad.
El CEDI ante su engañoso o mal planteamiento, está dejando a la población infantil
desprotegida y a la deriva de un futuro doloroso en incierto. Liberando –por una
parte- a los padres de su responsabilidad de cuidar de manera integral a sus
hijos. Y al gobierno de generar verdadera política pública.
Y por otra, cuando el
sistema de salud colapse ante esta problemática, se señalará como responsables a los maestros de tener un país de niños y adultos obesos, de no haber hecho su “chamba”.
Mientras que solo se afanen en ver a quien se le puede echar
la “papa caliente”, la niñez seguirá en la invisibilidad, la indiferencia y la
indefensión total.
Hemos realizado un cuadro comparativo para observar las diferencias abismales
entre un programa preventivo y de atención real, hecho por especialistas
comprometidos con la niñez, contra el del CEDI.
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